miércoles, 28 de marzo de 2018

EL CORAZÓN


El corazón es el que más sufre porque reacciona a todo. Es bastante sensible. Se encoge con mucha fuerza, intenta reducirse a su menor expresión. Es como si el corazón quisiera implotar, replegarse sobre sí mismo, hacer una especie de big bang invertido...

A propósito, dicen que eso es lo que va a suceder un día con el universo; que después del final de su expansión, empezará el proceso contrario. Ying yang... el universo es como un pulmón que se infla y se desinfla o también como un corazón que hace sístole y diástole…

Sí. Eso es. Es lo que intenta hacer el corazón: implotar… pero claro, como no tiene la suficiente fuerza, entonces permanece lo más agazapado posible. Y de pronto se empieza a asomar, como un niño que se asoma desde debajo de la mesa a ver si ya todo pasó, si ya todo está bien, y como le parezca que ya todo ha pasado, empieza a relajarse y a volver a su tamaño natural y a sentirse bien consigo mismo. A latir, flexible, a conectarse con la respiración.

El pulmón y el corazón se sincronizan como si fueran dos músicos, y ahí todo es armonía, un jazz orgánico… Los pulmones se empiezan a relajar: también las costillas, y los huesos que protegen el pulmón… y el tórax… y el pecho… 

Y se empieza a disfrutar el hecho de vivir; lo que equivale a vivir porque no disfrutar la vida es sinónimo de no vivir.