jueves, 4 de mayo de 2017

CUÉNTEME COSAS BONITAS

Cuénteme cosas bonitas, dice Leonor, y yo digo: casita de campo, naranjalimón, garza, pan con queso, optimismo, piquiña en la mano que anuncia dinero por venir; dedos calientes escribiendo, baño con agua caliente, natación con aurora y piel que se seca en las piedras blancas.
 
Digo alegría, baile… felicidad que no te quita nada ni nadie; naranjas que alumbran el árbol todo el año sin la excusa de una fecha. Y otra vez garza y otra vez aire en los pulmones que suenan como el fuelle del cebú.
 
Me siento con ánimos de decir aquí y ahora. Me siento con alientos de ver el milagro evidente, desvestido de futuro, de pasado, de geografía o de dinero. Hablo de este momento en el que tengo la total posibilidad de practicar la felicidad cantando con los dedos.
 
Hablo de aquí y de ahora. De tenerlo todo, de serlo todo, de un mundo al que no le faltan ni le sobran comas. Hablo de la piel bañada pero también del calorcito heredado a las cobijas convertido en pegote por el frío de la mañana.
 
Hablo de un nuevo día; de un día sin pasado y sin futuro, de dos pájaros canosos que se persiguen en pleno vuelo, del árbol gigante traído del Serengueti, de perros distantes que se ponen al día como vecinas parlanchinas.
 
Hablo de la lluvia que arrulla cabezas empotradas en la almohada, y por supuesto de aquella que seguro se moja ahora las retinas con las gotas del cristal, pechiamarilla guarecida en el árbol de limón, ardilla que despeina las hojas del árbol de mangos.
 
Un bostezo abre los brazos y después los puños para recibir el regalo. Ki ki kiiii…. Canta el bichofué como cantando el cumple días que los demás pájaros secundan con sus cantos imposibles de escribir.
 
La hoja del jazmín tiembla aparando las gotas que resbalan de las tejas.
 
La ardilla corre, compite con las cuatrimotos y les gana en velocidad y en silencio.
 
La lluvia va y vuelve, pasando del piano al crescendo como se acostumbra en las buenas sinfonías.
 
Y aquí estoy, empezando a bailar el canto de las garzas, sintonizando los chacras que se desperezan como perros secándose la lluvia, las rodillas rebotando, animando los músculos, invocando el aire.
 
Aquí estoy, obedeciendo al pájaro que pita como agente de tránsito, sincronizándome con la percusión de la lluvia en la lata, con la asamblea cacareante de las gallinas, con el arrullo blanco que trae paz a los oídos que amo...  

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