miércoles, 7 de septiembre de 2016

ZZZZZZ

Cerebráculo dormebundo que se vino a despertar a las cinco de la tarde. Cerebrículo de vacaciones, cesante; qué injusto cerebro musical: do–re–mi–do, pariendo zetas todo el día.

Quiere soñar mi cerebro –¡con esa hambre de almohada que tiene! –... y yo, verdugo, no lo dejo. 

Cabecea, cerebrea, y yo lo obligo a ver estas cosas de piedra, a oler este polvillo de cemento, efluvio de zorrillos de concreto.

Él queriendo a Bethoven vivo y yo dándole tractores, sopa de máquina a la gasolina, silbidos de obrero arreando mulas de acero revenido, gemidos de retro jugando con su comida de tierra –como prohíben las madres– sin comerla, y luego los pedruscos que caen ¡pobre cerebro! a punta de cincel.

Se va a ir de vacaciones mi cerebro, se va a ir, por la noche, para la costa de la almohada y, como Alfonsina, se va a meter al sueño hasta ahogarse de luces, de recuerdos deformados, de jeroglíficas imágenes, de promiscuos personajes.

Nunca había tenido tanto sueño tanto tiempo seguido. Qué horrorosa cuerda floja de un malabarista que queriendo caer no puede o no lo dejan. 

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