Si Disney despertara....
Rodolfo Paez
Mi intención es hablar de una cita a la que asistí a causa de una sentida dolencia en las vistas (los ojos).
Me acordé de la cancioncita de Fito Paez: "Si Disney despertara". Y eso me hizo acordar de Disney, el conocido Disney que se encuentra a estas horas congelado, a ver si dentro de algunos años lo pueden descongelar y volver a la vida para... seguir trabajando? disfrutar de sus ganancias?... en fin, para lo que sea.
Lo de la cita: Me dió un dolor de cabeza fastidioso (todavía lo tengo) y tuve una revelación: el dolor de cabeza se debe a dificultades en tu visión; la fórmula de tus lentes ya no es adecuada y por eso tienes dolor de cabeza (léase con voz fantasmal, de visión).
Así que pedí una cita donde el optómetra, o sea quien sabe de gafas y del manteniemiento de esos lentes maravillosos que tenemos a la altura de los ojos.
Pues me dieron la cita, y fuí a las seis y media de la mañana. En primer lugar me llamó la atención que estuvieran los mismos funcionarios que hace 2 años que fuí a realizarme un examen de los ojos.
Estaba la misma secretaria afectivamente plana, incapaz de sonreír (quise hacer el experimento de ver cuantas veces sonreía por unidad de tiempo; el resultado del cálculo fue igual a cero)
La ecuación:
Número de risas = 0
tiempo de observación 30 minutos
Promedio de risa por unidad de tiempo = Número de risas / tiempo de observación
Promedio = 0 / 180 segundos = cero.
La secretaria no emitió ninguna sonrisa, ni a los usuarios, ni a los optómetras en el tiempo en que tuve oportunidad de observarla.
Posteriormente me hicieron seguir al consultorio 4 (nunca lo olvidaré) y pasé donde la doctora Liverton, quien en el tono más plano y frío que se pueda imaginar procedió a hacer el examen de mis ojos (hubiera dado igual si se los hubiera mandado por correo porque lo que fue interacción humana conmigo no tuvo). Me hacía algunas preguntas (las absoluta y estrictamente necesarias) para realizar su diagnóstico, y llamaba la atención que no había ningún signo, ninguna cadencia, ninguna inflexión afectiva en su voz. Yo he hecho el ejercicio de tratar de eliminar la dimensión afectiva de la palabra pero no he podido hacerlo con la precisión de la doctora Liverton. Es más, puestos a competir los mensajes de voz de los aparatos celulares (DI-GA-UN-CO-MAN-DO) con las gélidas comunicaciones de la doctora Liverton, me quedo con el celular. Siento más calor humano.
Después llegó la hora en que, por equivocación o por estricta necesidad, la doctora Liverton tuvo que rozarme con sus apendices digitales (sus manos). Estaban más fríos que los aparatos del consultorio, más fríos que la nevera en donde guardaba los colirios y demás goteras ópticas. Mís pupilas se dilataron mecánicamente ante la frialdad de los apendices digitales de la doctora Liverton.
Y no solo eran frías las manos y los instrumentos de la doctora. La habitación también tenía la calidez de un iglú (aunque nunca he estado en un iglú). Como tenía dolor de cabeza le pedí a la doctora, con el acento más plano que pude, el favor de que aumentara la temperatura del aire acondicionado, a cuya petición me respondió que en el consultorio no había aire acondicionado. Era evidente que con al doctora Liverton a la cabeza no era necesario.
Finalmente terminó la cita que pudo haber sido totalmente impersonal según los ideales de la óptica, pero lastimosamente mi persona se cruzó en el procedimiento (la de ellos no)
Diría que salí despavorido pero mis músculos estaban entumecidos. Ya fuera del ominoso edificio, recibí un rayo de sol y el movimiento volvió a mi cuerpo. Tomé un taxi y cuando subí abracé calurosamente al taxista, como un náufrago rescatado por un crucero. El conductor dijo: "qué raro, siempre que recojo gente ahí me abrazan, qué será lo que les dan allá?
Me preguntó mi esposa por mensaje de texto como me había ido. Respondí:
Mis ojos están perfectos
pero el personal de la óptica está desenfocado.
En cuanto a la doctora Liverton, sería bueno que la descongelaran junto con Disney, así los dos podrían apreciar un mundo vivo y con sol.
Me acordé de la cancioncita de Fito Paez: "Si Disney despertara". Y eso me hizo acordar de Disney, el conocido Disney que se encuentra a estas horas congelado, a ver si dentro de algunos años lo pueden descongelar y volver a la vida para... seguir trabajando? disfrutar de sus ganancias?... en fin, para lo que sea.
Lo de la cita: Me dió un dolor de cabeza fastidioso (todavía lo tengo) y tuve una revelación: el dolor de cabeza se debe a dificultades en tu visión; la fórmula de tus lentes ya no es adecuada y por eso tienes dolor de cabeza (léase con voz fantasmal, de visión).
Así que pedí una cita donde el optómetra, o sea quien sabe de gafas y del manteniemiento de esos lentes maravillosos que tenemos a la altura de los ojos.
Pues me dieron la cita, y fuí a las seis y media de la mañana. En primer lugar me llamó la atención que estuvieran los mismos funcionarios que hace 2 años que fuí a realizarme un examen de los ojos.
Estaba la misma secretaria afectivamente plana, incapaz de sonreír (quise hacer el experimento de ver cuantas veces sonreía por unidad de tiempo; el resultado del cálculo fue igual a cero)
La ecuación:
Número de risas = 0
tiempo de observación 30 minutos
Promedio de risa por unidad de tiempo = Número de risas / tiempo de observación
Promedio = 0 / 180 segundos = cero.
La secretaria no emitió ninguna sonrisa, ni a los usuarios, ni a los optómetras en el tiempo en que tuve oportunidad de observarla.
Posteriormente me hicieron seguir al consultorio 4 (nunca lo olvidaré) y pasé donde la doctora Liverton, quien en el tono más plano y frío que se pueda imaginar procedió a hacer el examen de mis ojos (hubiera dado igual si se los hubiera mandado por correo porque lo que fue interacción humana conmigo no tuvo). Me hacía algunas preguntas (las absoluta y estrictamente necesarias) para realizar su diagnóstico, y llamaba la atención que no había ningún signo, ninguna cadencia, ninguna inflexión afectiva en su voz. Yo he hecho el ejercicio de tratar de eliminar la dimensión afectiva de la palabra pero no he podido hacerlo con la precisión de la doctora Liverton. Es más, puestos a competir los mensajes de voz de los aparatos celulares (DI-GA-UN-CO-MAN-DO) con las gélidas comunicaciones de la doctora Liverton, me quedo con el celular. Siento más calor humano.
Después llegó la hora en que, por equivocación o por estricta necesidad, la doctora Liverton tuvo que rozarme con sus apendices digitales (sus manos). Estaban más fríos que los aparatos del consultorio, más fríos que la nevera en donde guardaba los colirios y demás goteras ópticas. Mís pupilas se dilataron mecánicamente ante la frialdad de los apendices digitales de la doctora Liverton.
Y no solo eran frías las manos y los instrumentos de la doctora. La habitación también tenía la calidez de un iglú (aunque nunca he estado en un iglú). Como tenía dolor de cabeza le pedí a la doctora, con el acento más plano que pude, el favor de que aumentara la temperatura del aire acondicionado, a cuya petición me respondió que en el consultorio no había aire acondicionado. Era evidente que con al doctora Liverton a la cabeza no era necesario.
Finalmente terminó la cita que pudo haber sido totalmente impersonal según los ideales de la óptica, pero lastimosamente mi persona se cruzó en el procedimiento (la de ellos no)
Diría que salí despavorido pero mis músculos estaban entumecidos. Ya fuera del ominoso edificio, recibí un rayo de sol y el movimiento volvió a mi cuerpo. Tomé un taxi y cuando subí abracé calurosamente al taxista, como un náufrago rescatado por un crucero. El conductor dijo: "qué raro, siempre que recojo gente ahí me abrazan, qué será lo que les dan allá?
Me preguntó mi esposa por mensaje de texto como me había ido. Respondí:
Mis ojos están perfectos
pero el personal de la óptica está desenfocado.
En cuanto a la doctora Liverton, sería bueno que la descongelaran junto con Disney, así los dos podrían apreciar un mundo vivo y con sol.
Genial.
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