martes, 22 de junio de 2010

CALENTANDO EL BRAZO



Dice Don Gabriel, que en su oficio de escritor, hay que calentar el brazo, es decir, escribir, porque cuando uno deja de hacerlo como que se entiesa, como que ya le queda más difícil volver a escribir. Y si eso le pasa a Don Gabriel, que es premio nobel de literatura, que diremos de un aspirante a aprendiz...!

Sin embargo, aunque los dos tenemos la misma necesidad de escribir para calentar el brazo, hay una minucia que a veces nos separa, y es que probablemente a él sí se le ocurren cosas para escribir en tanto a mí, una de las cosas que más se me ocurren escribir es precisamente que no se me ocurre nada para escribir, y aquí estaría listo mi calentamiento, pero que no habría llegado a una temperatura adecuada de trabajo. El calentamiento también implica cierto calentamiento.

Así que diré que estoy naúfrago de una siesta de medio día, y que ese naufragio es como todos los naufragios, una sensación de tristeza y de desasosiego, pero también una alegría de haberse salvado de los tumultousos arrebatos del sueño, uno empieza a caminar dando tumbos y siente esa nostalgia de ese lugar en donde no hay nostalgias, a saber el sueño, y después atiendo el canto de gallo del teléfono y no señora, no se encuentra quiere dejarle algún mensaje, y después los negocios, estoy vendiendo un planeta de medianas dimensiones, con vista a la tierra, y entonces averigue como está de impuestos y de voluntarios, y vamos aterrizando, y hay que calentar, pero como verá usted señor lector todavía estoy un poco dormido y las ideas se van entremezclando y la realidad se confunde con la otra, y qué mas.... esperaré a aterrizar.

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