
Si antes eran pocos los parroquianos virtuales que visitaban esta esquina, ahora sí estoy completamente seguro de que ya no queda de el ni el recuerdo. Sin embargo, he vuelto a convocar la energía para atraer lectores, mejor, lecto-escritores... blogtores.
Quiero contar que me fuí del aire porque me emborraché y me avergonzé de mi mismo.
Ahora que ha pasado ese guayabo neuromoral, pues he decidido volver a las canchas, con mucha pena de mi y de todo, pero ya se me pasó.
He creido que quien escribe este blog ha tenido un cariz, una intención, un trasfondo, una transversalidad (como nos gusta decir a los académicos) humorística, humorístico.
Pero, como los actores, no quiero ser "encasillado" o, como sucede siempre, encasillarme a mí mismo -a pesar de que gustan las casillas-. Entonces me quiero dar la licencia de ser un poco más serio, porque tanto "humor" cansa y por otra parte el humor no es nada si no se da en contraposición o en el contexto de la seriedad.
Todo este cuento -no puedo evitar dar explicaciones- (amo y odio las explicaciones), para reemprender el camino antaño truncado del blogcutorio. Voy a volverlos a "joder" para que sigan leyendo y comentando este blogcutorio hecho con eso que llaman amor y además con materiales reciclables (¿a dónde van a parar los archivos eliminados de la papelera de reciclaje? ¿estaremos haciendo basura virtual?), y además hecho con material orgánico (yo).
Les recomiendo de toda pupila el artículo que sigue: Conversación con Don Juan.
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