Lo que le hizo tomar la decisión de no volver
fue el amor por sus ideas. ¿Qué podía pasar si volviera?... su regreso iba a
tener consecuencias a diferentes niveles: Por una parte –con independencia de
sus ideas–, sus familiares y amigos –que dicho sea de paso no eran muchos–,
iban a alegrarse, o al menos eso creía: celebraciones, repetidos “no lo puedo creer”. La incondicionalidad
de los afectos.
Pero por otra parte estaban sus “seguidores”
como le gustaba llamarlos. Había dos posibilidades, una, que creyeran en su
regreso y entonces se sentirían decepcionados y traicionados porque su decisión
de volver contradecía todas sus ideas. Otra, –que podía pasar–, era que no le
creyeran e interpretaran su regreso como una jugarreta para ganar publicidad, vender
libros, salir en la televisión, aumentar el tráfico en sus páginas de internet.
En cuanto a sus detractores, en caso de que le
creyeran –cosa poco posible– le enrostrarían su regreso como una contradicción
ideológica y por consiguiente un apoyo a la oposición. Aunque, no se decía
mentiras, lo más probable era que nadie le creyera, ni seguidores ni
detractores.
Pero suponiendo que alguien le creyera
¿qué?... ¿Realmente en qué cambiarían las cosas después de su regreso?... Lo
que le hizo tomar la decisión de no volver era que no iba a echar para atrás
sus ideas –lo único que había tenido valor en su vida– sobre la inexistencia de
la vida después de la muerte y la imposibilidad de la resurrección. Ni muerto
–como estaba– iba a echarse para atrás, no señor.
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