domingo, 20 de abril de 2014

EL HOMBRE Y LA MUJER EN EL BAR


El hombre está en el bar; un bar como cualquier otro: luces oscuras, barra, un nefando televisor ¿Desde cuándo los televisores en el bar? ¿No se supone que la gente va a los bares para no ver televisión, que se para del sillón un poco harta y dice, ¡bah! ¡vamos al bar! y siente que está haciendo algo en pos de la diversión y de la salud, –de la salud mental, se entiende–? En fin, de todas formas el tipo está en el bar; es un tímido de gama media. No un tímido del todo pero tampoco el hombre arrojado y arriesgado de sus fantasías (que tampoco son sus fantasías sino las que cosecha en el mercado de la tele, las genéricas por decirlo así): el tipo que se lleva tipas a la cama después de hacerles una sugerencia, preguntarles un par de bobadas, obediente a los consejos de la tele o de yahoo noticias: dejar que la mujer hable sobre sus cosas, ponerle o fingir que se le pone atención para después, según la franja televisiva, despertarse en la escena con la mujer tapada con la sábana hasta el cuello, él en calzoncillos bóxers de tela y equilibradamente despeinado por el equipo de maquillaje…

Más precisamente el tipo está en la barra del bar. Se hace una pregunta estúpida sobre la etimología de la barra: bar…barra… se siente un Caro y Cuervo, tal vez más Cuervo que Caro, o tal vez un Nietzsche filólogo, se mira en el espejo que hay en la barra –porque hay un espejo– y se queda un rato pegado como un mosco, un poco extrañado, sorprendido, o hipnotizado por su imagen, que de todas formas nunca deja de ser un misterio, una especie de ficción monsieur Lacan… Se aburre. Un aburrido también de gama media: no está tan aburrido para devolverse al sillón del televisor de su casa pero tampoco tan entretenido como para no estar pensando en que está aburrido.  A ratos se entretiene con una canción que conoce –han puesto solamente una– porque es martes de música desconocida. Había llenado una encuesta del bar por internet en la que le consultaban por sus preferencias musicales y habían diseñado, a la carta, un programa especial que no contenía ninguna de las canciones de su lista: música para echar a Alfredo, habrían podido poner en el volante de la programación… Intenta parecer entretenido, pero no se convence a sí mismo. Sigue de vez en cuando la batería, oye alguna cosa por ahí, una guitarra que lo sorprende como esos sonidos que uno duda si son de la música o es el timbre de un celular. La aburrición persiste, parece que tampoco se sabe las canciones.

De pronto, como todos los de prontos, aparece una "chica" que se sienta dos puestos más lejos y el hombre se pregunta qué hacer; un impulso en su interior, tal vez un personaje interiorizado de Karate Kid, le dice que debe hablarle y, como en Karate Kid, entra en conflicto. Sabe que debe hacer algo, que debe abandonar su dolorosa zona de confort:

–¿Querés hablar un ratico?… –No, responde la "chica", en cinco minutos me recogen… Parece disculparse pero sin mucho tino; no es una disculpa muy convincente pero es verosímil. A lo mejor han coincidido su desinterés con su recogida. Tal vez es también una tímida de gama media. El caso es que sale a los cinco minutos; no se ve nadie que la recoja, pero sigue siendo probable ¿Por qué mentir?, aunque… ¿Por qué no mentir? ¿No es la mentira acaso una de las formas fundamentales de la cortesía?, porque pudo haber dicho, también, inspirada por Karate Kid, ¿Por qué no te vas al demonio? Se va. Se fue. Del todo. Tal vez nunca volverá; tal vez la "chica" era solo un producto de su imaginación combustionada por el whisky genérico, por la cerveza mexicana. Otro cuento si fuera mexicano; hubiera sido más agresivo: "No aceptaré un no como respuesta" y después haría un disparo al aire con su Winchester, intoxicación estereotípica. Ya. Se fue. 

Pero ahí no acaba la función… pasa otra "chica" pero no se sienta en la barra. Sus conocimientos sobre física newtoniana le han ayudado a predecir la trayectoria de la chica: velocidad inicial, cómo se llama esa cosa… inercia… va para el baño. Ha acertado. La chica iba para el baño. Lo de la chica número uno era, piensa para sí, calentamiento. Ahora ha tendido un puente de contacto Marte-Martes-Venus. Está listo, apura otro trago de cerveza, espera. Espera. Espera; espera, espera-esperaesperaespera. Decide medir el tiempo con tragos de cerveza: dos, tres, cuatro… Fantasea con los homúnculos de Bukowsky teniendo escarceos y ajetreos en la barra. Tamborilea con los dedos. Espera.

La mujer nunca sale del baño.

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