domingo, 20 de abril de 2014

LA FELICIDAD DE PERDER TIEMPO


No es que tenga muchas ganas de café pero voy a la cocineta, confino el pocillo con agua a una pena de tres minutos en el horno y vago por el patio como un planeta errante mientras las microondas aceleran obedientes las moléculas del agua.

Después vuelvo… Y revuelvo, y  camino lento, con el pocillo calentándome las manos. Digo en voz alta que estoy perdiendo el tiempo. Pero no lo digo como un reproche; lo canto como una notificación de la conciencia. De pronto se activa el softaware de correr, pero mi cuerpo, el hardware, se rebela porque lo que quiere es perder el tiempo como pierde las uñas, el pelo,  las escamas de la piel…

Cuando subo la escalera pierdo el tiempo como suelo perder las llaves, el celular y la cartera y  gozo por un instante el placer de vivir, impunemente, fuera del mandato del programa.

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