domingo, 20 de abril de 2014

LA AUDIENCIA DE TRÁNSITO


No fue como en las películas de Hollywood. No había un estrado elevado a varios metros del piso, ni había un juez con toga y martillo; tampoco había un escribano tomando atenta nota de lo que se hablaba, ni un dibujante haciendo lo suyo con lo que se veía, ni jurados, familiares, cámaras de televisión, o multitudes apostadas a la salida siguiendo las incidencias del proceso, gritando a favor o en contra de las partes.

Había una sala de espera como la de cualquier oficina pública o privada: un par de filas de sillas pegadas y recostadas contra la pared y una puerta como cualquier puerta de oficina. Para nada se trataba de esas grandes edificaciones de columnas altas y anchas como las que derribó Sansón en su época. Nada de capitolio, nada de mármol, nada de elegantes pasillos en donde los abogados se encuentran para sostener corteses amenazas, nada de portafolios brillantes de cuero.

Salió la auxiliar, una mujer como cualquier otra mujer, con nombre colombiano que ya no recuerdo. No se presentó. Supuse que era para no afectar el proceso con intimidades innecesarias -seguro había más audiencias en fila-. Tampoco puedo decir que fue descortés. Supongo que el audiente debe ser, o al menos parecer, lo más imparcial posible. Yo iba acompañado de mi flamante abogado, Juan David, nada de Mason, Mcbeal, Stone o Stark. Juan David no llevaba un portafolio con pruebas o con hojas en blanco que esgrimiría como pruebas para manipular psicológicamente a los jurados (elegidos, por supuesto, previamente por los respectivos bufetes de las partes). A cambio de eso llevaba tres hojas sujetas con un clip en la que estaba el mapa de la "colisión", la citación para la audiencia y tal vez, la lista del mercado. Eso sí, digitaba a cada rato su blackberry, quizá como parte del trabajo, quizá como entretención mientras yo hablaba y contaba "los hechos".

Antes de entrar me tranquilizó advirtiéndome más o menos lo que me iban a preguntar: la narración de los hechos según mi perspectiva y por qué creía yo que el motociclista había tenido la culpa. Respondí, como ensayo, a estas preguntas. Después editamos la versión con datos que yo había obviado en mi corto relato, a saber, las precauciones que había tomado para hacer el giro a la izquierda que terminó con el choque (perdón, con la colisión). Le dije que era la primera vez que me pasaba y que no había podido dormir angustiado por pesadillas en las que se presentaban fieros altercados entre los abogados y sus representados, interrumpidos de vez en cuando por el contundente martillazo del juez en el estrado de caoba: ¡Orden en la sala! ¡Orden en la sala! !Espero, señor abogado, que este tipo de exabruptos no se vuelvan a presentar en mi corte o de lo contrario me veré forzado a sancionarlo por desacato!; ¡Señor abogado! !Controle por favor a su defendido!… ¡Señor juez!, gritaba en mi pesadilla el abogado de la contraparte: ¡Protesto, la vida marital de mi cliente no viene a caso! !No a lugar!, continúe con el interrogatorio señor abogado…

Una vez en el cubículo -nada de estrado, nada de contraparte, solo mi abogado y yo-, comenzó la audiencia. Todo se desarrolló como lo había predicho mi defensor-asesor: Narración breve de los hechos y preguntas sobre el incidente. ¿Qué precauciones tomó para hacer el giro? -Miré hacia adelante, miré hacia atrás, puse la direccional… -y algunos detalles dramáticos-: El cielo estaba oscuro, parecía petróleo… También algunas observaciones condenatorias hacia la contraparte: venía a alta velocidad…  -¿Cómo sabe qué venía a alta velocidad si dijo que no lo vio?. Por el trayecto que se desplazó después de la colisión su señoría (traducción: porque rodó varios metros y para eso tenía que venir muy rápido…)… Preguntas van y respuestas vienen entre el Preguntado y la auxiliar… Finalmente: ¿Se declara responsable? (Contundente, con golpe en el escritorio): ¡No, su señoría!…

Fin de la audiencia. 
-¿Y ahora qué sigue? -pregunté por lo bajo a mi abogado. 
-Nada, ya se puede ir… 
-¿Y no vamos a contrastar las versiones, la confrontación cara a cara entre la parte y la contraparte? 
-No, en este tránsito es así… 
¡Qué descanso!… pensé que nos íbamos a ensarzar en las discusiones airadas de mis pesadillas de la noche anterior…

Sin embargo, según me explicó mi Mason asignado por la aseguradora, el abogado tiene acceso a los expedientes y puede presenciar la audiencia de la contraparte. ¡Fantástico! solo restaba firmar la declaración y llenar la encuesta de satisfacción del abogado. Todo excelente. Las preguntas eran del tipo: Superó las expectativas, estuvo de acuerdo con sus expectativas, no llenó las expectativas… Difíciles preguntas para un libra: No tenía expectativas con respecto a las acciones del abogado, a no ser por el magnífico derroche de careo socrático en el estrado.

El fallo es el 19 de abril… dijo la auxiliar. 
-¿Puedo hacer una pregunta?, -replique. 
-A lugar…
-¿Cómo se llama usted? 
No lo recuerdo, un nombre bonito, y al decirlo sonrió. Un milisegundo. Suficiente para mí.

Después, a la salida, dejando a mi abogado con la auxiliar y la contraparte, me decepcionó no haber sido escoltado para poder caminar entre la multitud, insultado por unos y apoyado por otros que seguían con pasión el caso Franco vs Trujillo. Después de pagar el parqueadero solo venía a mi mente la frase final del La Ley de los Ángeles: ¡Se hará justicia!.

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