martes, 24 de enero de 2012

Tan bonitas las cosas bonitas y tan feas las cosas feas… (exceptuando las feas que son bonitas y las bonitas que son feas…)

miércoles, 18 de enero de 2012

TELEFONOS INTELIGENTES... Y CON VOLUNTAD

Ayer a eso de las 11:00 p.m. estaba leyendo un libro. Por algún motivo que no recuerdo alcé una mano y tiré al suelo una lámpara que estaba mal pegada a la cabecera de la cama.

Me levanté. Me senté, y comencé a oír un pitido suave, casi inaudible pero inconfundible; se trataba del tono de un teléfono mientras espera ser contestado. El tono que escucha el llamante mientras le contestan. Pero si en la habitación no hay teléfono, me dije algo sorprendido. Así que agucé mis oídos. Lo que vino después fue la voz de una persona: Aló?... Aló?... Todo me pareció misterioso en ese momento. Dije ya que eran las once de la noche y el silencio permitía oír cualquier cosa, hasta las voces silentes de la mente…

Noté que los sonidos provenían de mi bolsillo, así que empecé a auscultarlo con curiosidad pero también con algo de afán, no fuera que la voz se aburriera del silencio y colgara. Podría estar en el umbral de otra dimensión, de una experiencia paranormal o para-nada-normal.

De mi bolsillo no solamente emanaban ondas sonoras; también lo vi, ondas-partículas visibles; una luz al final del túnel de mi bolsillo.

Lo que siguió, fue terrenal. Se trataba del celular, que, por alguna extraña razón se marca sin que dedo alguno intervenga en el milagro; quizá un pliegue del pantalón suplante los apéndices digitales, quizá un pedazo de barriga apriete los botones contra el muslo, el caso es que los celulares se marcan solos, y no es poco frecuente. Alguna vez me llamó el celular de un profesor amigo y sólo se oía de fondo una canción en francés de Charles Asnavour… la boheme… la boheme… ¡Aló?! Musitaba yo del lado de mi célula. Colgué. A los pocos minutos volvió a sonar: ¿Aló profesor? Y ya casi con esa angustia absurda que provoca la incomunicación: ¡Profesorrr…..!, chillé suplicante. Nada… y así otras dos veces hasta que decidí tomar la ofensiva y marqué a su número. El celular, receloso, seguramente acalló su timbre. ‒si pueden marcarse solos por qué no van a poder ahogar el timbre que anuncia una llamada…‒ y no pudimos hablar.

Pero esta vez fue diferente, mi celular marcó y yo lo sorprendí cuando ya había entablado comunicación con su homólogo y con su dueño. Aló… alóooo, cambiando paulatinamente el tono que comienza desde el convencional ¿Aló? Que es como una pregunta, y siguiendo con un Aló in crescendo que se aproxima a la desesperación, mezcla de curiosidad e incertidumbre, hasta llegar a un recio y militar ¡ALÓ! que ya es rabia y es orden de que la otra voz se haga presente con su tono, su timbre y su mensaje.

Creo que en ese momento atrapé el celular y vi a quién estaba llamando: el nombre, Andrés, acompañado del dibujo de un telefonito verde intermitente. Ahí tomé la voz cantante, o la voz llamante: ¡Quiubo Andrés…!, sacándolo así de la agonía que seguramente ya empezaba a agobiarlo, y seguí sin esperar ninguna respuesta, a ¡felicitarlo por su cumpleaños!. En ese momento caí en cuenta de que mi amigo estaba de cumple años; ya lo había felicitado a través de un click por las red social que compartimos, y eso me pareció tan maravilloso, tan casi milagroso…! Felicitar a alguien por teléfono, cuando, en primer lugar mi memoria olvida sistemáticamente los cumpleaños de mis amigos, cuando, en segundo lugar evito los contactos sociales, cuando, en tercer lugar… no me acuerdo.

La verdad es que al final de mi pequeño discurso cumpleañero, mi interlocutor, agradecidísimo por el gesto me preguntó que quién era yo… Fulano de tal, le dije, le conté la misteriosa historia del celular autosuficiente y apuntalé un par de observaciones sobre los cumpleaños, la vida y el movimiento de los astros.

En el resumen de la experiencia decía: primero, que se marque, segundo, que me dé cuenta, tercero, que sea a alguien que está cumpliendo años… un sartal de coincidencias para un evento relativamente cotidiano. Milán Kundera decía que entre más coincidencias más significativos eran los sucesos….

sábado, 14 de enero de 2012

Cuando uno sonríe está tomando la vida en serio
La vida es un tratamiento que nunca termina

viernes, 13 de enero de 2012

Esta insabedumbre...