miércoles, 1 de marzo de 2023

INSECTOS

Un insecto camina sobre la superficie exterior de la ventana. Sus alas, alargadas, se prolongan más allá de su cuerpo de gusano; en la cabeza, dos antenas largas que parecen cumplir la función de ojos se agitan incesantemente en todas direcciones. Su trayectoria sobre el cristal parece errática: sube, baja, camina hacia izquierda y derecha, practica diagonales ascendentes y descendentes. 


Después de un rato de verlo caminar por el vidrio caigo en cuenta de que no me sorprende que lo haga y ahí me sorprendo de que no me sorprenda ¡Camina sobre una superficie vertical y no me sorprende!. Después pienso que si bien existe esa fuerza que llamamos gravedad según la cual los cuerpos no pueden sostenerse -¡menos caminar!- en superficies verticales, también existe esa otra fuerza, la de la costumbre, que dice que es natural que ocurra lo que hemos visto ocurrir más de dos o tres veces.


Me pregunto después si he visto antes este tipo de insecto y ahí pienso que es posible que haya estado antes en mi campo visual y yo no lo haya visto. Pienso que es posible que en nuestra relativa larga vida (en comparación con la de los insectos) solo haya una oportunidad de ver un insecto determinado. Un encuentro único. 


¿Cuántos miles de encuentros únicos tenemos en la vida? 


¿Qué valor tendrá eso?  


Me proyecto en el insecto. Imagino mi vientre contra la fría ventana nocturna y me estremezco, no digo de frío, sino de la imagen del frío. Sin embargo dudo de la verosimilitud de mi identificación porque a los insectos el frío y el calor, me parece, les resultan indiferentes. 


Vuelvo sobre el hecho de la caminata vertical: ¿Por qué lo hace? Después de pensar un poco creo que su objetivo es llegar a las lámparas interiores de la casa. Tal vez su trayectoria, errática en apariencia, tiene la intención de "peinar" la zona en busca de un espacio, de un hueco para llegar a la luz. 


La imagen me interesa. Pienso en las personas que salen en la televisión diciendo que han regresado de la muerte. Dicen que vieron una luz que los atraía y que, de haberla seguido, tal vez no hubieran regresado. ¡No vayas hacia la luz! le dice Sid, el perezoso de la Era del Hielo, a otro personaje para que regrese porque cree que está muriendo. Tánatos: un insecto que busca un hueco para acercarse a la luz. Algo dentro de nosotros busca constantemente ese hueco.


A todas estas el insecto se pierde detrás de la pantalla del computador. 


Otros insectos diminutos caminan y vuelan y aterrizan y saltan de un lugar a otro en la ventana como si la gravedad no actuara en sentido vertical sino horizontal. Los dejo. Dirijo mi atención -la dejo que vaya donde quiera- hacia la base de madera de la pantalla, una base en forma de caja en donde un diminuto cuerpo -no sé si es un insecto diminuto o una viruta de madera pegada a la caja-, parece moverse. No. No se mueve. O tal vez sí. O… Tal vez es una ilusión provocada por mi falta de agudeza visual. O tal vez la visión de los pequeños insectos móviles me hace parecer que esa pequeña protuberancia es otro insecto. Por más que me acerco no logro determinar si se mueve o no. Me doy por vencido y vuelvo a la ventana en donde el insecto grande, que ahora me parece que está del lado de adentro -aunque sé que está afuera-, se cruza, como si fuera un camión, con los pequeños, -diríase patinadores por la diferencia de tamaño- que vienen en dirección contraria. Por fracciones de segundo, antes de corregir su trayectoria, se detienen: 


-¡Quiubo! -me parece que les dice el grande a los pequeños- ¿Ya encontraron el hueco hacia la luz?


-Nada patrón -me parece que le responden aquellos- Como que va a ser una vida larga.