lunes, 30 de diciembre de 2013

ESCENAS DE SUPERMERCADO

El alcalde de la ciudad también va de compras al supermercado local como cualquier ciudadano de a pie: toma un trevejo de la góndola, lo examina, lo valora, mira el precio…
Sin embargo, a diferencia del ciudadano de a pie, no va empujando el carrito de mercado. Alguien que viene detrás de él lo empuja, y no es una señora como suele ser. Es un guardaespaldas.
Va pasando un funcionario del supermercado. Se despide de otros dos funcionarios. Va caminando y me da la espalda. Yo lo veo y le digo en voz alta ‒sin que él me escuche por supuesto‒: “subite esos pantalones por amor a Dios”. Los lleva caídos. Parece, como dice un amigo mío, que ha dejado el culo olvidado en los otros pantalones.
Pasa una negra hermosa y yo hago ese gesto difícil de describir que consiste en estirar los labios, los dientes casi cerrados deteniendo la lengua y aspirando una bocanada de aire (si se hace por mucho tiempo los dientes se secan) Después digo: ¡Eh avemaría qué negra!



Como estoy tomando café me da por orinar. Veo a un tipo ‒iba a decir un negro pero no me parece preciso el concepto‒ que me da la espalda. Está con una viejita ‒creo que es su madre‒. Veo la espalda del tipo y pienso en describir la banda tejida con la que se sujeta el pelo de la cabeza (tengo horror a la palabra “cabello”) pero dudo: No sé si describir la banda o ir al baño a orinar. Mientras dudo y tomo la decisión el tipo se va. Supongo que para el baño.



Pasa una mujer que despierta mi instinto sexual. No puedo describirla bien en este momento, se ha ido mientras escribía lo del moreno con la banda tejida ‒no se pueden hacer dos cosas al mismo tiempo‒. La mujer se acerca a la barra del café. Sin duda pide algo. Cuando atraviesa mi campo visual la miro: lleva una falda larga. Siempre me ha gustado que las mujeres las usen y además lleva una camiseta que deja ver su vientre y sus hombros sin estorbos. Le obsequio una mirada fija y sostenida, una mirada semipenetrante. Una mirada de esas que a uno no le importa que la mujer se dé cuenta que es una mirada de deseo. Parece que ella recibe la mirada, ¡qué bien!, a eso le llamo yo cultura sexual: Saber dar y recibir una mirada de deseo que se queda ahí, que satisface, como decía S. Freud, una pulsión parcial.

Ahora que lo recuerdo la mujer pasa dos veces: una cuando va a comprar el café. Otra cuando se aleja con el botín. Acabo de caer en cuenta también que he olvidado retener la imagen del culo en mi memoria. Quizá fue más prominente, más impactante, el escote tipo “strapless” (tampoco me gusta esa palabra. Me parece que pertenece al argot femenino y hago todo lo posible por huir de mis identificaciones femeninas).

Desde entonces no ha vuelto a pasar otra mujer que excite mis instintos sexuales.

¿Una mirada libidinosa puede ser respetuosa? Yo creo que sí.


Otra escena interesante: Una señora empuja a otra señora “de edad” (como si fuera posible no tener edad) que va en una silla de ruedas. Al mismo tiempo la señora de edad empuja un carrito de mercado ¡pero no cualquier carrito! Se trata de uno de esos carritos que tienen forma de carrito de niños. La escena sería completa, increíble, si en el carrito fuera también metido un niño. A ver si la próxima vez se ponen en ello para satisfacer el apetito de observadores, fotógrafos y  coleccionistas de curiosidades.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Fue una falsa alarma, dijeron, después de abandonar el lugar de los hechos, los policías de mentiras.

martes, 10 de diciembre de 2013

No es que me hagas falta. Es que experimento un síndrome de abstinencia de ti.

No de otro modo podía ser. El falsificador, después de siete años de huir de la justicia fue apresado con una orden de captura falsa.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Esta mañana, muy cerca de mi casa ‒a veces no podemos creer que la respuesta a nuestras súplicas se encuentre literalmente a la vuelta de la esquina‒ encontré mi respuesta:


 

SOLTERITAS
$500
 

 
 
Escogí la más dulce; nos hemos mirado a los ojos y hemos acordado, sin dilaciones, cambiar lo más pronto posible nuestro estado civil.