lunes, 26 de agosto de 2019

EL VENDEDOR

-Una aspiradora? Pero señor! ya no se venden cosas puerta a puerta!
-Y por qué?
-Pues...  la gente está más ocupada y pasa menos tiempo en su casa; muy pocos tienen empleada doméstica y si la tienen no le autorizan hacer compras. Además, ya casi nadie usa tapetes, y en cuanto a la seguridad... oh! Déjeme decirle! La seguridad... o mejor, la inseguridad!... Si yo le estoy atendiendo en la puerta de mi casa es porque llevo un revólver conmigo y nunca dudo en usarlo cuando alguien quiere hacerme daño. Pero es evidente que usted no tiene intenciones, yo sé reconocer cuando alguien quiere hacerme daño...  Usted, usted... parece un tipo que se ha montado o que lo han montado (sin que usted se diera cuenta) en una máquina del tiempo y ahora, inocentemente, quiere seguir haciendo su trabajo como lo hacía en su época, en la que se vendían aspiradoras, biblias y enciclopedias puerta a puerta.

El tipo, realmente preocupado, se preguntó qué iba a ser de él en un mundo sin aspiradoras, sin enciclopedias, sin biblias puerta a puerta. Se despidió cabizbajo, dando la espalda a su imposible comprador para iniciar una lánguida e incierta caminata hacia ningún lado. Un par de pasos más adelante se detuvo, los ojos iluminados por un brillo fortuito. Se metió el tubo de la aspiradora por dentro de la pretina del pantalón, caminó un par de pasos más, se dio vuelta rápidamente y sacó el tubo del pantalón apuntándole con él al tipo de la puerta quien, curtido en duelos del siglo XXI, desenfundó el treinta y ocho y lo vació completo en el cuerpo del vendedor. Un par de balas lograron colarse por el tubo de la aspiradora apagada.