martes, 8 de septiembre de 2020

SERVICIO AL CLIENTE

El tamaño de la nave no era mucho mayor que el de un automóvil; sin embargo, sus luces brillaban con una intensidad que obligó a los trabajadores y clientes de los negocios a taparse los ojos con el brazo para proteger su visión. 


Al cabo de unos segundos, las luces fueron disminuyendo de intensidad y dejaron ver a un ser que había adoptado, tal vez para evitarse explicaciones, la forma que los terrícolas les atribuyen a los extraterrestres en sus películas.

Pasados unos segundos más -estos eternos-los habitantes del barrio empezaron a pensar que el extraterrestre iba a advertirles sobre las consecuencias de la conducta humana o que iba a escoger a algunos para darles un tour interespacial; pero lo que hizo fue guardar silencio y dirigirse, con paso decidido, como si supiera exactamente a dónde ir, a la carpintería ubicada en la esquina occidental de la cuadra.

Allí, un señor de barba rala y camisa desabotonada hasta el vientre se ocupaba de lijar un taurete, sin que el aterrizaje de la nave pareciera haberle causado mucho estupor o como si ni siquiera se hubiera enterado del suceso.

-Señor -le dijo en un perfecto acento del lugar el extraterrestre. 

Y cómo el señor no respondiera, una vez más, con un poco más de volumen: 

-Señor!

El carpintero se dio vuelta con algún desgano y lo miró.

-Puede fabricar este repuesto? - el extraterrestre le extendió con la mano una pieza similar a un carburador.

El carpintero la tomó en sus manos y la valoró con ojo experto. 

-Claro que sí don, yo sí se la hago pero ahorita estoy muy ocupado. Eso se le demora unos diítas...

-Cuántos - preguntó con tono neutro el alienígena. 

-Mmmm... Yo calculo... que... para el jueves -dijo el carpintero. 

El extraterrestre le dejó la pieza y cuando dio la vuelta para dirigirse a la nave...

-Don!... pero me tiene que dar un adelanto.

-De cuánto -dijo inexpresivo el alienígena. 

-Serian... qué, unos cien mil pesitos...

El extraterrestre pareció dudar pero tal vez necesitaba realmente el repuesto. Demorarse más de la cuenta era algo inadmisible para sus superiores que lo habian enviado a una importante misión y que esperaban en fecha precisa sus informes. Así que le entregó los cien mil pesos al carpintero advirtiéndole sobre la importancia del repuesto y abordó la nave que desapareció con la velocidad del rayo.

El jueves en la mañana, según lo acordado y con mucha menos sorpresa de los trabajadores y habitantes de la cuadra, la nave volvió a aterrizar emitiendo sus luces y su silencio. 

Al ver al extraterrestre el carpintero lo saludó con un mínimo gesto.

-Viene por el repuesto? 

El extraterrestre no respondió. Probablemente en su planeta acostumbraban prescindir de las comunicaciones obvias.

-Lo que pasa don -retomó el carpintero- es que no pude conseguir el mototool para terminar la pieza. El que me lo alquila está haciendo un trabajo por fuera. 

Una vez más el extraterrestre respondió con un mutismo significativo.  

-Dios mediante el martes porque el lunes es festivo.

Al extraterrestre se le encendió entonces una luz de color naranja en el vientre. Pareció tomar aire y se fue.

El martes por la tarde, no solo la gente no se sorprendió por el aterrizaje, sino que un conductor le pitó y le gritó al extraterrestre porque al parecer estaba estorbando el paso. En la carpintería habia esta vez un humano diferente, más joven.

El extraterrestre se dirigió a él: 

-Repuesto.

-Qué repuesto?  - dijo el hombre. 

-Repuesto Nave. (Sabía que así  hablaban los extraterrestres en las películas y que el uso de preposiciones y articulos no era necesario para hacerse entender).

-Aquí no hay ningún repuesto -dijo el hombre, y continuó dándole una mano de pintura a un nochero...

-Es que el señor... -quiso explicarse el extraterrestre. 

-Ah! -dijo el otro-. Pedro?... Pedro no está,  el salió. Y lo mas seguro es que se demore. Le recomiendo que vuelva mañana.

Una luz de color fucsia se encendió en el vientre del extraterrestre con más intensidad que la vez anterior mientras permanecía inmóvil ante el hombre que continuaba pintando el nochero. 

Después de 40 minutos en la misma posición el alienígena se dio la vuelta.  La luz del vientre habia pasado a un rosa más tenue. Regresó a su nave. Tal vez cerró la puerta con algo más de vigor que la vez anterior. 

Al dia siguiente el extraterrestre no apareció.  Ni al siguiente, ni al siguiente, y los lavadores callejeros de autos que habían pensado en ofrecerse para lavarle el vehículo, los distribuidores de pinturas que habían advertido algunas magulladuras en la nave izquierda de la nave, los cerrajeros, que se creian con más derecho a fabricar piezas para naves que el carpintero y los trabajadores de la cuadra y los vendedores ambulantes presintieron que ya no iba a volver y  lamentaron su presagio porque ya habian empezado a idear formas de comerciar con él, ya que, según los rumores, pagaba por adelantado y sin regatear los precios.

El lunes de la semana siguiente, contra todos los pronósticos de los vecinos, el extraterrestre volvió a aparecer, pero, a pesar de ser día de semana, la carpintería estaba cerrada. 

Mientras parecía meditar en sus actos inmediatos una horda de emprendedores se fue arremolinando a su alrededor ofreciéndole pinturas, molduras, adornos, souvenirs.

A todos les decia:

-Carpintero. Nave. Repuesto. 

Pero nadie le daba razón del carpintero ni de la carpintería. 

Esta vez su vientre osciló entre el rojo y el verde con una intensidad que hizo pensar a algunos distraidos que se trataba de un adorno navideño. 

La nave voló. Tal vez el repuesto no era absolutamente necesario para que la nave regresara a su planeta de origen, o, tal vez vencido, el alienígena había decidido intentar otro proveedor.

Después de dos semanas la historia del extraterrestre no era más que una simple anécdota para los habitantes del sector. Las distribuidoras de materiales despachaban bultos de cemento y adobes, las ferreterías distribuían sus tornillos y sus tuercas y el  carpintero seguia trabajando como siempre,  lijando su taurete. A nadie se le ocurrió preguntarle por el repuesto ni por los cien mil pesos ni por nada porque su comportamiento, a pesar de lo novedoso del cliente, no era para nada novedoso. Entre tanto el extraterrestre entregaba sus informes al comité de asuntos interpalanetarios, el cual, después de valorarlos con el mismo cuidado con que el carpintero había valorado el repuesto de la nave, emitió su resolución: 

Planeta inviable. Destrucción total. El jueves. 









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