jueves, 15 de octubre de 2020

PSICOTERAPIA DE PALOMAS

 –Y qué le sucede, cuénteme…  

–Bueno doctor, lo primero es que vengo estreñida hace mucho tiempo…

–¿En qué trabaja usted?

–En un parque. Ese es el problema: intento cagar en el atrio de la iglesia y no lo logro…

–Será la alimentación.

–No creo. Maíz, pedazos de pastel de la panadería, la dieta es la misma… A veces me sale algo, pero de una consistencia tan sólida que no se adhiere a las camisas de la gente, a los carros, al parque… usted sabe, la idea es que se adhiera, no que rebote. Ya las compañeras me están empezando a mirar feo, a gorjear feo, por eso decidí buscar otro trabajo.

–Ajá.

–Conseguí un trabajo adicional con un mago y ese es el otro problema. Cuando me tengo que meter en el sombrero. De meterme, me meto, pero me empieza una angustia tenaz, como una agorafobia, una claustrofobia un sombrerofobia…

–¿Pero siempre está metida en el sombrero, o en dónde más se tiene que meter?

–Doctor, eso son secretos de magia ¡no pretenderá usted que se los revele! ¡el show se echaría a perder!

–Si no me dice no veo como pueda ayudarle.

–Está bien. En el bolsillo del mago.  

–¿En algún otro lugar?

–El mago tiene una especie de sala de espera detrás del escenario. Me siento ahí y de pronto estoy en el sombrero; no sé cómo llego, solo aparezco, y ahí es donde empiezo a experiementar esa ansiedad, esa idea de que me voy a morir; me empiezo a ahogar, a hiperventilar, ¡un verdadero infierno!… Hasta que por fin me saca del sombrero. Después, cuando los aplausos, me asusto y salgo volando. Afortunadamente se puede salir volando porque hay otros actos en los que dejan la paloma encima de una mesa hasta que la asistente viene y se las lleva, hay variaciones sobre el tema.

–Y por qué continúa en ese trabajo.

–Con lo del parque no me alcanza. Además, desde la última visita que la Sociedad Protectora de Animales le hizo al mago la comida mejoró notablemente. Para evitar maltrato a los animales, usted sabe. Pero no es suficiente. Tengo que combinar lo del parque con lo de la magia.

–¿Ha intentado hablar con el mago?

–Muchas veces.

–¿Y?

–No me entiende… me canso de arrullar y él parece entender que quiero algo pero no logra decifrarlo. Si todas las personas fueran como usted doctor...

–«Ajá, transferencia» Continúe…

–Vivo con miedo del día siguiente. Para evitarlo, algún día falté al trabajo, pero no me puedo dar ese lujo. La competencia es alta, no soy la única paloma, y también están los conejos, mucho más acostumbrados a vivir en madrigueras oscuras... Y está ese conejo que intenta seducirme… ¡Horrible!…

–A lo mejor esa sea la causa de su fobia; no tanto el encierro sino la posibilidad de que el conejo la seduzca o... quizá se siente algo atraída…

–La verdad sí, pero eso no puede ser; las relaciones interespecíficas son absolutamente rechazadas en mi familia.

–Jmmmm. Después examinamos eso, que Roma no se hizo en un día. Vamos a intentar una terapia de desensibilización. Venga a ver. No tengo un sombrero pero métase en esta cachucha…

–A ver… No me atrevo, doctor…

–Venga le ayudo.

–¡Así no, doctor! me lastima la pata; me hice un esguince intentando escapar de un niño que me persigue en el parque. 

–¿Así?  

–Bueno.

–Cálmese, comparado con la mujer a la que parten en dos esto no es nada…

–Bueno, ya me siento un poco más tranquila. Pero no me quite su mano de encima, me hace sentir segura, como mamá cuando me metía debajo de su ala…

–¿Ala?…

–¿Es usted bogotano doctor?

–Quiero decir, se sentía segura cuando su mamá la metía debajo de ala…

–Sí, su ala era calientica, segura.

–Bueno, voy a empezar a retirar la mano… ¿cómo se siente?…

–Tengo un poco de miedo pero creo que puedo manejarlo…

–¡Vea! Ya retiré la mano. Ahora voy a apagar la luz.  

–¡No! ¡La luz no, doctor!...

–Tranquila. Imagine un ala grande, siéntase confortada… ahora voy a salir de la habitación.

–¿Y bien?

–¡Doctor! ¡Creo que estoy curada!...

–¿Ya no tiene miedo?

–No. Me cagué en la cachucha.

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